Dolor anal: qué es, causas y tratamiento

El dolor anal es mucho más frecuente de lo que parece y puede afectar de forma importante al día a día: sentarse, ir al baño o simplemente caminar puede convertirse en un problema. No es una patología única, sino un síntoma que puede aparecer por motivos muy distintos.
Entre las causas más habituales encontramos hemorroides, fisuras, fístulas e inflamaciones locales, además de infecciones —incluyendo algunas enfermedades de transmisión sexual (ETS). Cada una requiere una valoración cuidadosa para indicar el tratamiento adecuado y evitar complicaciones.


Hemorroides

Las hemorroides son venas inflamadas en el ano o en el recto inferior. Suelen provocar dolor, picor, sangrado o sensación de molestia constante.
Los casos leves pueden controlarse con medicación y cambios en los hábitos (dieta rica en fibra, evitar esfuerzos al defecar, higiene adecuada). Cuando los síntomas son intensos o recurrentes, puede ser necesaria una intervención quirúrgica para resolverlas de forma definitiva.


Fisura anal

La fisura anal es un pequeño desgarro en el revestimiento del canal anal que causa un dolor muy característico: intenso, punzante y que suele empeorar tras ir al baño.
En la mayoría de los pacientes se trata con cremas relajantes del esfínter y ajustes en los hábitos intestinales. Sin embargo, cuando la fisura se vuelve crónica o no cicatriza, el cirujano puede recomendar un procedimiento sencillo para aliviar la tensión del esfínter y permitir que cierre correctamente.


Fístula anal

Las fístulas anales son trayectos anormales entre el interior del ano y la piel cercana. Su origen habitual es una infección previa que deja un conducto persistente.
Pueden causar dolor, inflamación y secreción. A diferencia de otras patologías, no suelen curar por sí solas. Por eso, el tratamiento casi siempre es quirúrgico, adaptado al tipo de fístula y a la anatomía del paciente para asegurar la curación sin comprometer la continencia.


Inflamaciones y Enfermedades de Transmisión Sexual (ETS)

El dolor anal también puede aparecer por inflamaciones relacionadas con enfermedades inflamatorias intestinales, como la enfermedad de Crohn, o por infecciones de transmisión sexual.
Estas infecciones pueden generar dolor, picor, secreción y molestias persistentes. Un diagnóstico temprano es clave para iniciar un tratamiento eficaz y evitar que la infección se extienda.


Diagnóstico: la importancia de una evaluación completa

La evaluación debe incluir una historia clínica detallada y una exploración física cuidadosa. En algunos casos, se requieren pruebas complementarias como:

  • Ecografía anal, útil para detectar trayectos fistulosos y abscesos.

  • Resonancia magnética (RM), la técnica de referencia para estudiar la anatomía anal en profundidad.

Estas pruebas permiten confirmar el diagnóstico y planificar un tratamiento preciso y seguro.


Opciones de tratamiento

El tratamiento dependerá de la causa. Puede incluir:

  • Cremas, pomadas o supositorios.

  • Antibióticos o medicación específica en caso de infección.

  • Procedimientos mínimamente invasivos.

  • Cirugía, cuando hablamos de fístulas o hemorroides avanzadas.

El papel del cirujano no es solo operar: también acompaña al paciente durante el diagnóstico, explica cada paso del proceso y asegura un seguimiento adecuado después del tratamiento.


Si tienes dolor anal o síntomas persistentes, pide una valoración para encontrar la causa y recuperar tu bienestar.

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